18/12/17

La Otra "Venecia" en Borneo

Ya he llegado finalmente a Banjarmasin, al S. de Borneo, la "Ciudad de los Mil Ríos", o "la Venecia de Asia", o "la Venecia Ecuatorial", último destino de este viaje por Kalimantan. Llegar hasta aquí me ha costado un día y toda una noche de viaje.
Desde que bajé del Kapal Biasa, alrededor de las 10 de la mañana, en Samarinda, me dirigí en Ojek hasta la Terminal Banjarmasin. Allí se encuentran algunas compañías de guaguas "nocturnas" que viajan hasta esta ciudad (>15h.), haciendo algunas paradas en varias ciudades: primeramente Balikpapan (pasamos varias horas detenidos en la Terminal por problemas mecánicos), tuvimos luego que cruzar anocheciendo la bahía -que se lleva su propio nombre- en transbordador (1h.) para pasar a la otra orilla y continuar la carretera dirección S.: Panajam, Labangka, Tanahgrogot, Amuntai, Kandangan y Martapura entre otros más pequeños.
Como estoy yendo últimamente bastante justo de tiempo, me he saltado Loksado, una población dayak bukit situada en las montañas Meratus, a par de horas de  Banjarmasin, que quería visitar durante un par de días para pasear por los montes cercanos y disfrutar de sus extraordinarias atracciones.
Desde la Terminal de guaguas nuevamente con un Ojek (20.000Rp.) me acerqué a la parte más activa y frenética de esta ciudad, entre el río Martapura y el Mercado (Pasar Baru), buscando algún hotel que me gustara, decidiéndome por el hostal Samudra  (150.000Rp./cama doble, baño, climatizado, Tv, té y bollería por la mañana) un lugar bastante limpio para lo que se puede encontrar por esta parte de la ciudad a este precio.
Banjarmasin se encuentra prácticamente rodeada por dos ríos, el Barito y el Martapura, y por cientos de canales transitables, y a la vez vertederos, donde la vida se desarrolla casi sobre sus aguas a diario. 
No había visto en mi vida gente más cuidadosa con su aseo -mañana y tarde- pero a la hora de mirar por su entorno, como indonesios tradicionalistas, también les da todo igual. Es decir, tiran todo al río, o por las calles aunque le caiga al vecino de al lado. El gobierno apenas comunica por los medios como ser más solidarios con los demás ciudadanos y con la contribución de la limpieza de las ciudades y pueblos. Pero, es que los propios gobernantes son igual de guarretas!. Es una lástima ver tanto plástico flotando o tanta basura acumulada entre las pasarelas de los asentamientos sobre el río, aún sabiendo que los motores de las embarcaciones se estropean al trabarse en las hélices.
Toda esta zona está inundada y más aún con luna llena o nueva, cuando las mareas del mar de Java son más largas produciendo que en esta parte en vez de bajar el agua del río, sube, adentrándose aún más cientos y cientos de metros hacia el interior, inundando carreteras, caminos e incluso algunas viviendas.
Banjarmasin es el mejor lugar para absorber la cultura urbana de Kalimantan, tanto en tierra como en las aguas. Desde la antigüedad y hasta nuestros días, se ha mantenido como una importante ciudad portuaria. Tiene una gran cantidad de ríos anchos y poderosos que siempre han jugado un papel importante en el estilo de vida de los banjareses (grupo étnico más importante). 
A principios del s.XVII, los holandeses comenzaron a comerciar en el lugar, luego durante un corto período estuvo bajo el control de los británicos y a finales del s.XVIII, se convirtió en una provincia holandesa. Como resultado de la Guerra de Banjarmasin en 1.859, los holandeses cambiaron su sede a Martapura. Más tarde, se formó el gobierno de Indonesia. Sin embargo, la ciudad siguió siendo la capital de Kalimantan hasta que se fragmentó en cuatro: Este, Oeste, Centro y Sur. Con el paso del tiempo esta ciudad aún conserva su encanto y atrae a muchos turistas por su pintoresco entorno, patrimonio arquitectónico único, mercado flotante y comercio de gemas.
El motivo principal que me ha traído hasta aquí es asistir en canoa al mercado tradicional de primeras horas de la mañana sobre el río: el Mercado Flotante (Pasar Tarapung) de Banjarmasin.
Nuevamente, un guía me localizó paseando (algo que viene siendo ya muy normal) y se ofreció llevarme hasta el Mercado Lok Baintan, a una decena de kilómetros río arriba en canoa de madera a motor  (300.000Rp.), llamada klotok.
A las 5 de la mañana comenzamos la travesía rodeados de las luces de las avenidas, las pasarelas entre las casas de palafitos y alguna que otra de las viviendas postradas en la orilla cuya vida comenzaba a despertar.
Los colores del cielo al amanecer entre las sombras de las casas flotantes que parecen que se va a llevar la corriente y las cúpulas de las mezquitas es el comienzo de la espectacular visión que estaba a punto de aparecer ante mis ojos: mujeres paleando sus canoas con la habilidad que les caracteriza cargadas de frutas y verduras frescas dirección al punto de concentración diario que tiene lugar bajo el puente colgante de Lok Baintan, que da nombre a este mercado tradicional considerado como la belleza oculta de Borneo. Ninguna propulsada a motor, aunque vengan de muy lejanos lugares.
Son decenas de canoas de pequeños productores, nada de industrias, transportando lo cosechado de sus propios jardines los días anteriores, o sus trabajos artesanales, o comida y bebidas calientes para el desayuno mientras se efectúa todo el trajín en esta parte del río. Son transacciones a pequeña escala y no siempre acuden todos los días las mismas mujeres, solamente cuando han recolectado su cosecha para ser vendida o intercambiada con otras comerciantes. El mercado se mueve con la corriente. Nunca se queda en un sitio fijo y dura tan solo dos o tres horas, cuando se han desprendido de sus géneros. Se intercambian cocos, racimos de bananas, rambután, naranjas, verduras, pescado, especias, incluso artesanías como sombreros cónicos, pareos, cestos, canastillas, figuras.... 
Es una amalgama de colores flotando en medio del río. Las mujeres, muchas de ellas con sus rostros cubiertos de "purpur dingin" o polvo de arroz mezclado con agua -también llamado "Piel de Geysha"- para protegerse de los primeros rayos solares, observan que venden unas y otras, se apoyan en las canoas o las mueven de sitio para avanzar, se enganchan unas a otras para comerciar, para charlar o incluso se hacen algunas sugerencias.
El atardecer es otro espectacular momento para pasear en canoa por los canales que atraviesan esta carismática ciudad.
En lo que antaño podía ser pequeños ríos se han levantado casas que deben soportar el verdadero peso de la pobreza. Aquí la realidad es otra pues se evidencia plenamente la gran diferencia social entre los habitantes de estos suburbios flotantes y los que viven en las casas de la ciudad. Estas familias han aprendido a sobrevivir sin quejarse.
No es un lugar bonito, el agua es aún más oscura y llena de basura que arrastra la corriente o el viento, pero ver a los vecinos tomar el baño tan relajadamente sentados, y vestidos, con un cubo de agua con el que se quitan de encima la espuma del jabón, o lavar los platos, o a los niños que se atreven a subir a las embarcaciones que navegan para tirarse nuevamente al agua como juego típico del atardecer, es un verdadero encanto. Todos saludan al verme pasar... hello míster!
Otro momento imperecedero de Bajarmasin es tomarse un café, un té o un zumo de frutas al atardecer en la avenida entre los puentes Dewa y Merdeka, donde se concentran una serie de warrungs con mesas y sillas cara al río Martapura, o de noche cenar viendo las coloridas luces de las embarcaciones que pasean a los turistas locales, esos que no dejan ni un minuto de hacerse selfies!.
Las calles que rodean el Mercado (Pasar Baru) es un incesante bullicio de gente muy activa por la mañana moviendo las mercancías o haciendo sus compras en los comercios (toko), y relajado por la noche cuando muchos otros comerciantes montan sus kioskos en las calles aledañas para vender sus productos (Pasar Malam): Ropa de todo tipo, Ferretería, Recipientes de cocina, Botica china, Frutas, Verdura, Bebidas, Comida... Los puestos de comida siempre están lleno de gente sentada con platos rebosantes de exquisitos sabores.
Hay mucha gente que trabaja tantas horas que sólo pueden hacer sus compras al concluir, y esto sucede a partir de las 6 de la tarde -que ya es anocheciendo- y acuden a estos vendedores. 
Y comer.... Que delicia la comida indonesia. La Banjar, la tradicional de esta parte de la isla. Cientos de puestos de comida repartidos por toda la ciudad sacian el afanoso apetito de esta gente, y el mío. Los olores envuelven alguna de sus calles y los grupos de gente rodeando el puesto indica cuál es el más apetitoso ese día. Es tan barato comer en la calle que la gente se lleva bolsas cargadas de comida a sus casas. Papilla de Arroz (Bubur Ayam) o Arroz con azafrán (Nasi Kuming) por las mañanas, Carne, Pescado, Tofu (Tahu), Empanadas rellenas (Bartabak)..., un sin fin de platos con todo tipo de influencias culinarias. Todas ellas tienen sus sabores distintivos y se elaboran con los gustos regionales de quienes las elaboran.
Algo que he echado en falta es poder alquilar una bicicleta (casi nadie tiene) cuando paseaba por las callejuelas paralelas al río y que se pierden entre las innumerables casas. A partir de las 3 de la tarde es el momento adecuado para introducirse en sus quehaceres diario. Hace algo menos de calor y el sol no es tan machacón. Los colores del atardecer son imponderables.
Las motos y las personas circulan por estas vías, algunas de madera que parecen embarcaderos, con armoniosa serenidad. Todo el mundo parece feliz. Hasta los musulmanes recién salidos del rezo del atardecer. Me observan extrañados y al principio no dicen nada. Me siguen con las miradas y ríen entre ellos. Muchos quieren decir algunas palabras en inglés que han aprendido a saber dónde, y hay que valorar ese esfuerzo. Cualquiera sabe cuándo volverán a ver a otro bule, paseando entre sus suburbios. Aun así les respondo en indonesio. Se sorprenden, me paran y me hablan en un perfecto indonesio. Y a veces, me pierdo.