Ya he llegado finalmente a Banjarmasin, al S. de Borneo,
la "Ciudad de los Mil Ríos", o "la Venecia de
Asia", o "la Venecia Ecuatorial", último destino de
este viaje por Kalimantan. Llegar hasta aquí me ha costado un
día y toda una noche de viaje.
Desde que bajé del Kapal
Biasa, alrededor de las 10 de la mañana, en Samarinda, me
dirigí en Ojek hasta la Terminal Banjarmasin. Allí
se encuentran algunas compañías de guaguas "nocturnas" que viajan
hasta esta ciudad (>15h.), haciendo algunas paradas en varias
ciudades: primeramente Balikpapan (pasamos varias horas
detenidos en la Terminal por problemas mecánicos), tuvimos luego que
cruzar anocheciendo la bahía -que se lleva su propio nombre- en transbordador (1h.) para pasar a la otra orilla
y continuar la carretera dirección S.: Panajam, Labangka,
Tanahgrogot, Amuntai, Kandangan y Martapura entre otros más pequeños.
Como estoy yendo últimamente bastante
justo de tiempo, me he saltado Loksado, una población dayak
bukit situada en las montañas Meratus, a par de horas
de Banjarmasin, que quería visitar durante un par de días para
pasear por los montes cercanos y disfrutar de sus extraordinarias atracciones.
Desde la Terminal de guaguas
nuevamente con un Ojek (20.000Rp.) me acerqué a la parte más
activa y frenética de esta ciudad, entre el río Martapura y el
Mercado (Pasar Baru), buscando algún hotel que me gustara, decidiéndome
por el hostal Samudra (150.000Rp./cama doble, baño,
climatizado, Tv, té y bollería por la mañana) un lugar bastante limpio para lo
que se puede encontrar por esta parte de la ciudad a este precio.
Banjarmasin se
encuentra prácticamente rodeada por dos ríos, el Barito y
el Martapura, y por cientos de canales transitables, y a la vez
vertederos, donde la vida se desarrolla casi sobre sus aguas a
diario.
No había visto en mi vida gente más
cuidadosa con su aseo -mañana y tarde- pero a la hora de mirar por su entorno,
como indonesios tradicionalistas, también les da todo igual. Es decir, tiran todo al río,
o por las calles aunque le caiga al vecino de al lado. El gobierno apenas
comunica por los medios como ser más solidarios con los demás ciudadanos y con
la contribución de la limpieza de las ciudades y pueblos. Pero, es que los
propios gobernantes son igual de guarretas!. Es una lástima ver tanto
plástico flotando o tanta basura acumulada entre las pasarelas de los
asentamientos sobre el río, aún sabiendo que los motores de las embarcaciones
se estropean al trabarse en las hélices.
Toda esta zona está inundada y más
aún con luna llena o nueva, cuando las mareas del mar de Java son
más largas produciendo que en esta parte en vez de bajar el agua del río, sube,
adentrándose aún más cientos y cientos de metros hacia el interior, inundando carreteras, caminos e incluso algunas viviendas.
Banjarmasin es el mejor
lugar para absorber la cultura urbana de Kalimantan, tanto en
tierra como en las aguas. Desde la antigüedad y hasta nuestros días, se ha
mantenido como una importante ciudad portuaria. Tiene una gran cantidad de ríos
anchos y poderosos que siempre han jugado un papel importante en el estilo de
vida de los banjareses (grupo étnico más importante).
A principios del s.XVII,
los holandeses comenzaron a comerciar en el lugar, luego durante un corto
período estuvo bajo el control de los británicos y a finales del s.XVIII,
se convirtió en una provincia holandesa. Como resultado de la Guerra
de Banjarmasin en 1.859, los holandeses cambiaron su sede
a Martapura. Más tarde, se formó el gobierno de Indonesia. Sin
embargo, la ciudad siguió siendo la capital de Kalimantan hasta
que se fragmentó en cuatro: Este, Oeste, Centro y Sur. Con el paso del
tiempo esta ciudad aún conserva su encanto y atrae a muchos turistas por
su pintoresco entorno, patrimonio arquitectónico único, mercado flotante y
comercio de gemas.
El motivo principal que me ha
traído hasta aquí es asistir en canoa al mercado tradicional de primeras horas
de la mañana sobre el río: el Mercado Flotante (Pasar Tarapung) de Banjarmasin.
Nuevamente, un guía me localizó
paseando (algo que viene siendo ya muy normal) y se ofreció llevarme hasta
el Mercado Lok Baintan, a una decena de kilómetros río arriba en
canoa de madera a motor (300.000Rp.), llamada klotok.
A las 5 de la mañana comenzamos la
travesía rodeados de las luces de las avenidas, las pasarelas entre las casas
de palafitos y alguna que otra de las viviendas postradas en la orilla cuya
vida comenzaba a despertar.
Los colores del cielo al amanecer
entre las sombras de las casas flotantes que parecen que se va a llevar la
corriente y las cúpulas de las mezquitas es el comienzo de la espectacular
visión que estaba a punto de aparecer ante mis ojos: mujeres paleando sus canoas
con la habilidad que les caracteriza cargadas de frutas y verduras frescas
dirección al punto de concentración diario que tiene lugar bajo el puente
colgante de Lok Baintan, que da nombre a este mercado tradicional
considerado como la belleza oculta de Borneo. Ninguna propulsada a
motor, aunque vengan de muy lejanos lugares.
Son decenas de canoas de pequeños
productores, nada de industrias, transportando lo cosechado de sus propios jardines
los días anteriores, o sus trabajos artesanales, o comida y bebidas calientes
para el desayuno mientras se efectúa todo el trajín en esta parte del río. Son
transacciones a pequeña escala y no siempre acuden todos los días las mismas
mujeres, solamente cuando han recolectado su cosecha para ser vendida o
intercambiada con otras comerciantes. El mercado se mueve con la
corriente. Nunca se queda en un sitio fijo y dura tan solo dos o tres horas,
cuando se han desprendido de sus géneros. Se intercambian cocos, racimos
de bananas, rambután, naranjas, verduras, pescado, especias, incluso artesanías
como sombreros cónicos, pareos, cestos, canastillas, figuras....
Es una amalgama de colores flotando
en medio del río. Las mujeres, muchas de ellas con sus rostros cubiertos de
"purpur dingin" o polvo de arroz mezclado con agua -también
llamado "Piel de Geysha"- para protegerse de los primeros
rayos solares, observan que venden unas y otras, se apoyan en las canoas o las
mueven de sitio para avanzar, se enganchan unas a otras para comerciar, para charlar
o incluso se hacen algunas sugerencias.
El atardecer es otro
espectacular momento para pasear en canoa por los canales que atraviesan esta
carismática ciudad.
En lo que antaño podía ser pequeños
ríos se han levantado casas que deben soportar el verdadero peso de la pobreza.
Aquí la realidad es otra pues se evidencia plenamente la gran diferencia social
entre los habitantes de estos suburbios flotantes y los que viven en las casas de la ciudad. Estas familias han aprendido a
sobrevivir sin quejarse.
No es un lugar bonito, el agua es
aún más oscura y llena de basura que arrastra la corriente o el viento, pero
ver a los vecinos tomar el baño tan relajadamente sentados, y vestidos, con un
cubo de agua con el que se quitan de encima la espuma del jabón, o lavar los
platos, o a los niños que se atreven a subir a las embarcaciones que navegan
para tirarse nuevamente al agua como juego típico del atardecer, es un verdadero
encanto. Todos saludan al verme pasar... hello míster!
Otro momento imperecedero de Bajarmasin es
tomarse un café, un té o un zumo de frutas al atardecer en la avenida
entre los puentes Dewa y Merdeka, donde se
concentran una serie de warrungs con mesas y sillas cara
al río Martapura, o de noche cenar viendo las coloridas luces de
las embarcaciones que pasean a los turistas locales, esos que no dejan ni un
minuto de hacerse selfies!.
Las calles que rodean el Mercado (Pasar
Baru) es un incesante bullicio de gente muy activa por la mañana moviendo
las mercancías o haciendo sus compras en los comercios (toko), y
relajado por la noche cuando muchos otros comerciantes montan sus kioskos en
las calles aledañas para vender sus productos (Pasar Malam): Ropa de
todo tipo, Ferretería, Recipientes de cocina, Botica china, Frutas, Verdura,
Bebidas, Comida... Los puestos de comida siempre están lleno de gente sentada con platos rebosantes
de exquisitos sabores.
Hay mucha gente que trabaja tantas
horas que sólo pueden hacer sus compras al concluir, y esto sucede a partir de
las 6 de la tarde -que ya es anocheciendo- y acuden a estos vendedores.
Y comer.... Que delicia la comida
indonesia. La Banjar, la tradicional de esta parte de la isla.
Cientos de puestos de comida repartidos por toda la ciudad sacian el
afanoso apetito de esta gente, y el mío. Los olores envuelven alguna de sus calles y
los grupos de gente rodeando el puesto indica cuál es el más apetitoso ese día.
Es tan barato comer en la calle que la gente se lleva bolsas cargadas de comida
a sus casas. Papilla de Arroz (Bubur Ayam) o Arroz con azafrán (Nasi
Kuming) por las mañanas, Carne, Pescado, Tofu (Tahu), Empanadas
rellenas (Bartabak)..., un sin fin de platos con todo tipo de
influencias culinarias. Todas ellas tienen sus sabores distintivos y se
elaboran con los gustos regionales de quienes las elaboran.
Algo que he echado en falta es
poder alquilar una bicicleta (casi nadie tiene) cuando paseaba por las
callejuelas paralelas al río y que se pierden entre las innumerables casas. A
partir de las 3 de la tarde es el momento adecuado para introducirse en sus quehaceres
diario. Hace algo menos de calor y el sol no es tan machacón. Los colores del
atardecer son imponderables.
Las motos
y las personas circulan por estas vías, algunas de madera que parecen
embarcaderos, con armoniosa serenidad. Todo el mundo parece feliz. Hasta los
musulmanes recién salidos del rezo del atardecer. Me observan extrañados y al
principio no dicen nada. Me siguen con las miradas y ríen entre ellos. Muchos
quieren decir algunas palabras en inglés que han aprendido a saber dónde, y hay
que valorar ese esfuerzo. Cualquiera sabe cuándo volverán a ver a otro bule,
paseando entre sus suburbios. Aun así les respondo en indonesio. Se sorprenden,
me paran y me hablan en un perfecto indonesio. Y a veces, me pierdo.